La Realidad del Símbolo
 

El símbolo, en su forma más pura, es un espejo en donde las realidades arquetípicas pueden ser contempladas. Estas realidades no son ajenas al hombre, y el símbolo le permite percibirlas, establecer contacto y ser influído por ellas. Si te miras al espejo, la imagen que percibes no es la de otro, sino que es la de ti mismo: El símbolo es un espejo especial, que permite que veas esas realidades, que están en ti, pero que ignoras. Digamos que el intelecto humano, el intelecto de un hombre bueno, orientado hacia lo Bueno, está en disposición de percibir otras realidades suprahumanas, un mundo de Luz.
Aunque queda mucho por decir, este escrito sólo ha intentado enfocar, resaltar, iluminar algunos puntos que han llamado mi atención y que considero podrían ser útiles para otros.

El ser humano mantiene una íntima relación con el símbolo, pues el hombre mismo es símbolo: en lo que se refiere a su naturaleza corpórea sólo es algo pasajero y aparente; en lo que se refiere a su naturaleza espiritual puede alcanzar la cumbre de las cualidades nobles.

El ser humano es como arcilla blanda: adquiere la impronta, el sello, el símbolo de todo hacia lo que dirige su atención, haciéndose uno con ello. Por este motivo, cuando la mente se adorna con impresiones fieles y libres de distorsión de las Realidades, las adopta y se unifica con ellas, se transforma como si ya fuera íntegramente ser esencial. De igual modo, los vulgares, por su íntima asociación y afinidad con las formas materiales y su extrema obsesión por desarrollar estos vínculos corpóreos, llegan a ser de tal manera que no pueden distinguirse de estas formas ni tampoco percibir diferencias entre éstas y ellos mismos; aún más, los demás pueden ver sus inclinaciones escritas en la cara; así uno oye decir: "tiene cara de buena persona", "tiene cara de amargado", tiene cara de malo", tiene cara de..." Bien dijo el poeta:

Oh, hermano, eres sólo pensamiento;
El resto es sólo músculo y huesos:
Si tu pensamiento es rosa, te conviertes en un ramo de rosas;
Si tu pensamiento es espina, eres leña para el fuego.

Por tanto, el ser humano tiene ante sí la posibilidad de la identificación tanto con lo efímero como con lo perdurable; por ello el sabio toma lo mejor de ambos mundos, sin renunciar a lo material, ni tampoco olvidando aplicarse al Verdadero Ser, y ocuparse de la "Realidad", sin excederse en ningún sentido, desarrollando todo lo Bueno. Pues los diversos grados de las cosas creadas
son teatros de Su Belleza revelada y todo lo que existe es espejo de
Sus Perfecciones.

Perseverará en este sentido hasta que Él se mezcle con su alma, y su existencia individual se desvanezca. Entonces, cuando se observe, estará contemplándolo a Él; si habla de sí, es de Él de quien estará hablando. Lo relativo se convertirá en Absoluto; y "yo soy la Verdad" equivaldrá a decir "Él es la Verdad".

El alcance del símbolo es enorme; y sólo puede ser equiparado con su diseño: el cual es producto del Arte Puro, y del Artífice.

Este artículo puede ser complementado con Arte, Artesanía y Manualidad.