El Laberinto Estrella
 

Queda por estudiar un modelo de laberinto al que he denominado "laberinto Estrella".

Hemos visto que el laberinto deriva hacia una figura áurea o estrella. Sólo se accede a ella mediante un recorrido situado en su exterior.

En el laberinto estrella, el laberinto es ella misma. Todo es estrella, y laberinto y éxito están fundidos en una misma solución. Es una iteración constante e infinita, pues puede ser recorrida innúmera cantidad de veces.

El laberinto es estrella, y la estrella es laberinto. Contemplador y Contemplado han alcanzado la Unión, y se contemplan uno a otro como espejos.

A pesar de deambular por sus infinitos pasajes es imposible perderse, pues se está siempre en la estrella. De querer acercarse al centro, sólo basta caminar siempre hacia la derecha, o siempre hacia la izquierda para arribar con éxito.

También puede constatarse que puede crecer en cantidad de anillos indefinidamente, tanto hacia afuera como hacia adentro. Es una irradiación potencialmente ilimitada, en donde no es posible hallar un último anillo, su última médula. Por infinitamente pequeño que sea el espacio central, siempre hay lugar para una nueva estrella, una nueva luz.

Este modelo puede ser entendido como una serie de estrellamientos concéntricos, en donde los ángulos externos de una órbita estrellada se unen a los ángulos internos de la inmediata exterior, y viceversa.

Otro modo de ver consistiría en dos espirales idénticas, una levógira y otra dextrógira, las cuales al superponerse dan el diagrama, el cual puede amplarse conceptualmente al entrelazar los caminos mediante un esterillado, el cual simboliza la conjunción de ambos principios que interactúan conservando sus independencias, a la vez que confiere una dimensión extra al determinar que se trata de caminos entrecruzados a diferentes niveles.

En el simbolismo tradicional la espiral representa la naturaleza misma de la función tiempo, como fuente de los principios constructivo-destructivo en sus manifestaciones levógira-dextrógira.

En la percepción cotidiana puede comprobarse que el tiempo está compuesto de ciclos que se suceden unos a otros, uno seguido de otro de manera cíclica, segundo a segundo. Éste es el origen de la palabra segundo: la menor unidad de tiempo convencional: un instante es secundado por otro, sucesivamente.

En la vida ordinaria puede constatarse que estos ciclos mantienen su duración; en otros los ciclos se acortan o alargan en su período: duran menos o más a medida que se suceden unos a otros, es decir que se aceleran o deceleran. La espiral también representa esto, pues en su avance a velocidad constante a medida que se acerca o aleja del centro el lapso de cada circunvolución varía: dura más o menos, según se trate.

Por lo tanto esta rosa, en su girar en la telaraña del tiempo, armoniza estos dos principios.

Otro aspecto a considerar es que el camino puede recorrerse íntegramente: partiendo de un punto cualquiera puede arribarse al mismo luego de un periplo de circunvoluciones con apogeos y perigeos, representando la danza de los planetas: o si se quiere: rizando el rizo; lo cual me recuerda la danza de los derviches giróvagos y la poesía de Maulana Rumi.

Hay modelos de laberintos estrella esterillados que están corformados de tal manera que dan el aspecto de un solo laberinto, aunque se trata de dos o más laberintos idénticos concadenados, entrelazados. Así como en el primer caso el entrecruzamiento se da en las ramas de las espirales, en este caso se da tanto en las ramas como a nivel interlaberíntico.

Si se comparan ambos modelos de estrellas se comprobará que su única diferencia radica en su cantidad de anillos concéntricos estrellados; la misma por tanto determinará si se trata de un laberinto singular o interlaberinto.

A este punto considero conveniente el destacar que el laberinto singular es, además de lo dicho,
un nudo; y más específicamente un nudo que se cierra sobre sí mismo, se anuda a sí mismo pues los extremos de la cuerda quedan indistinguible e indisolublemente unidos; y por su parte
el interlaberinto se corresponde a una concatenación; es decir a un eslabonamiento entre caminos de laberintos; el cual es conocido en términos de arte como lacería.

Con estos parámetros, un laberinto no necesita ser meandroso: una simple O es un laberinto, una cadena y un nudo.

Esto es destacable pues en ocasiones se ha discutido sobre si es correcto considerar a los nudos y a las concatenaciones como laberintos. Efectivamente lo son; el caso aquí presentado lo comprueba. A diferencia de los laberintos ordinarios como el de Knosos o de Tritón los cuales son planos, los nudos y concatenaciones son laberintos emplazados sobre diferentes niveles de planos paralelos interconectados por la lacería. Algunos los denominan por tanto tridimensionales; yo me reservo esta denominación para laberintos aún mucho más complejos, basados en la intercomunicación de planos no paralelos o en la intercomunicación de equiparticiones o isoparticiones poliédricas de un volumen poliédrico.

El laberinto estrella ha tenido un uso preferencial a nivel histórico, ornamento interno en cúpulas de templos o talismán protector.

A continuación haré lo posible para detallar algunos casos relevantes: